Presidenta jauretcheana

Por Gabriel Fernández

Director de La Señal Medios


La cuestión no es menor, aunque la profunda ignorancia en espacios mediáticos y académicos tienda a menoscabarla: Cristina Fernández de Kirchner es jauretcheana. Eso implica, junto a la consideración profunda del pensamiento de don Arturo, que también evalúa en grandes trazos el profundo estilo de razonamiento de Raúl Scalabrini Ortiz.


Por largo tiempo, el forjismo argentino ha sido devaluado incluyéndolo dentro de populismos variados con equivalencias directas: actos masivos, ciertas mejoras económicas y poco más. No faltan quienes, intentando lo mejor, sostienen que para qué zambullirse en la obra de aquellos hombres de estas tierras cuando Antonio Gramsci ya explicó, desde Europa, concepciones similares.

Y si el gran revolucionario italiano es insoslayable para el pensamiento político moderno, el forjismo debería ser inevitable para quien anhele un calce profundo en los pueblos del Sur del continente y un desarrollo estable y dinámico de la economía regional. Cristina, como Néstor Kirchner, así lo entendió y eso se trasluce en pensamientos y políticas. En el decir y el hacer.

¿Cómo y porqué? Básicamente, ambos jefes de Estado han indicado la necesidad de desplegar políticas activas para salir de la crisis. Esto es, utilizar el potencial del Estado para disparar una actividad económica que por si misma, pese a la perorata liberal, no logra articular políticas de gran envergadura que desplieguen la Nación.

También, objetar los conceptos de ahorro y de gasto. Jauretche y Scalabrini sabían que el ahorro de una sociedad no se configura en cuentas inmóviles sino en circulación de dinero con el objetivo de impulsar consumo y a su través comercio e industria. Sabían también que en ocasiones el puntapié inicial del circuito virtuoso e s el apr ovecha miento de los recursos fiscales; es decir, eso no es gasto, sino inversión en gran escala.

Estos conceptos claves fueron adoptados como política de gobierno, no en todos los rubros pero si en los decisivos vinculados a economía y sociedad, por Néstor (hay un discurso central en la Bolsa de Comercio) y por la actual presidenta (hasta se permitió un comentario al respecto para analizar la crisis europea).

Por tanto, si la economía guarda relación con el humor social, es probable indicar que el devenir argentino cuenta con algunos elementos proclives al optimismo. Es claro que esos factores necesitan estar vinculados a las variables internacionales que operan como entorno adecuado. Lo cual implica saber que si se registran dificultades probablemente estén ligadas a presiones de fajas parasitarias antes que a falencias del modelo nacional popular en marcha.

Entonces, además de ratificar el rumbo habrá que estar atento; el camino que se transita está alimentado por aquellos contenidos propios desplegados por pensadores de gran lucidez y por la experiencia colectiva, por la acción oficial ante las circunstancias y por un saber laboral acumulado y potenciado. Pero quienes vivieron de la desinversión y el déficit, de la desnacionalización y la desindustrialización, no darán el brazo a torcer con facilidad.

Cristina es jauretcheana. Tiene así un plus singular a su favor para llevar el timón con éxito en los próximos años. Se ha ganado, por eso mismo, adversarios de fuste que nos obligan a plantear el alerta, a brindar información certera y análisis fundamentado, a comunicar adecuadamente el sentido profundo de las transformaciones que se vienen desplegando.