Confederación General del Trabajo



¿Es posible la unidad en el próximo período?

Por Gabriel Fernández

Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica

Las declaraciones que en las últimas horas vertieron Hugo Moyano (camioneros) y Antonio Caló (metalúrgicos) dieron aire a una versión circulante a lo largo de toda la semana que acaba de concluir. La unidad de la Confederación General del Trabajo es posible. 

Claro: todo eso con vistas al año venidero, sin prisas y con varias gestiones de por medio. Y con una precisión aclaratoria de importancia: la manipulación realizada por La Nación, intentando prefigurar una hipotética CGT unida y opositora, merece ser evaluada cual disparate malicioso.



Ahora bien ¿porqué, sin ser segura, es posible la unificación futura de un espacio disgregado? Hay varios elementos a tomar en cuenta. Algunos provienen de las propias entrañas del movimiento obrero; otros, están ligados al gobierno nacional; otros, al decurso general de los acontecimientos.

El fracaso relativo del paro Moyano – Micheli – Barrionuevo del martes pasado es un elemento vigoroso. Todos saben, por vuelta que le demos a las fotos y a los titulares, que cuatro locos con carné y bandera en un puñado de puentes, más un asueto Pro, no hacen una huelga como las que bien conoce el pueblo argentino.

La escasa relevancia de la “nueva” central orientada por Caló, sus limitaciones para una conducción atractiva hacia los asalariados y la tendencia a emerger cual opción democrática con Armando Cavalieri sentadito al costado, son evidencias de la opacidad con la cual fue encarada esta inciativa sindical. 

Los llamados por bajo de numerosos sindicatos a deponer divisiones en aras de la grandeza y las necesidades populares también jugaron su rol. El espíritu crítico, que atraviesa desde la Federación Gráfica Bonaerense hasta Sadop, pasando por numerosísimos gremios de todo el país, tiene un potencial firme y sostenido a futuro.

Esta última franja, no reconocida mediáticamente, posee fuerte influencia en cuerpos de delegados y trabajadores en general, y si no se encuentra una salida adecuada, puede configurarse como opción a las otras dos en un lapso de tiempo medio. El reciente pronunciamiento de los Gráficos, enfático y sin excusas para tirios y troyanos, da una medida argumental sólida.

El gobierno aprovechó este año de divisiones para insertar la polémica Ley de ART, de común acuerdo con la Unión Industrial Argentina. No se trata de un viraje antipopular de una administración genuinamente nacional y popular, sino de una concesión parcial en un año sin elecciones. 

Aunque el hecho no es determinante, permite visualizar la endeblez que brinda al movimiento obrero la división. Es el mismo gobierno el que ahora vería con buenos ojos una reunificación: lo hecho, hecho está, y Moyano volvería con una dosis menor de aspiraciones políticas. Todo esto enlaza la voluntad oficial con la realidad misma.

¿Porqué? Básicamente, una CGT unida ahora impediría el dislate moyanista de pretender una conducción asentada en camioneros, canillitas, judiciales y dragado, como ocurriera en el ciclo previo. Sinceraría el rol de los gremios industriales, en un país cuyo PBI no para de crece a pesar de las dificultades internacionales.

Una nueva CGT podría coaligar a los distintos sindicatos en un apoyo a la política económica general oficial y un cuestionamiento parcial a los temas pendientes. Ni el mínimo no imponible, ni el blanqueo, ni las mejoras parciales, en tanto sigan las paritarias, son banderas improbables en el mediano plazo. Ninguna de ellas habilita un paro general o un contraste agudo con el kirchnerismo.

A partir de allí se tejen mil especulaciones por lo bajo: ¿volver, pero sin Moyano (padre)? ¿adecuar el Consejo Directivo para impedir la estrechez de acuerdos sesgados? ¿resolver primero –desde el gobierno- la controversia sobre los fondos de las obras sociales? ¿retomar el debate sobre el voto directo? ¿incluir en futuras discusiones el control de precios?

Es claro que si algún funcionario de escasa participación popular llegó a pensar en relevar zonas de la dirigencia obrera con militantes de alguna agrupación juvenil, está observando por estos tiempos que, simplemente, en la vida las cosas no son así. En otros, aunque no lo señalen para no quedar desfasados, late aquella idea manifestada en este medio: sin movimiento obrero, no hay proyecto nacional. 

Lo cierto es que la tercera vertiente, que no ha sido dañada por los vaivenes ni las declaraciones altisonantes, ni ha desplegado su acción sindical en base a alianzas inconfesables pero fotografiables, tiene el futuro más limpio para incidir en próximos armados. Conociendo a la militancia gremial de 20 a 40 años aproximadamente, se puede añadir que ese poder con sordina, crecerá andando el tiempo. 

Todo depende, por supuesto, de la persistencia del crecimiento de la economía argentina, de la consolidación económica de la alianza sureña de países, de la capacidad para seguir ampliando la justicia social, y de lograr, en todos los ámbitos, cierto respeto por las realizaciones concretas en detrimento de designaciones inadecuadas para tal o cual función. 

La unidad de la CGT es posible porque las dos conducciones conocidas están debilitadas; juntas, pueden cumplir una interesante función de respaldo crítico al proceso nacional y popular. Pero ya se abrió el juego para el emerger de otra realidad gremial, que no tardará tanto en pesar estructuralmente y contribuir a hilvanar el vínculo sindicalismo – pueblo que, curiosamente, aparece bastante deteriorado.