La trascendencia del Pensamiento Nacional Argentino



Más profundo de lo que pensáis

Por Gabriel Fernández

Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica

Es difícil señalar de dónde surge una idea. Más aún, claro, toda una vertiente articulada de conceptos, una cosmovisión plena y desplegada. 

Las pistas. Podríamos indicar la mixtura de las filosofías indias y de las novedades populares europeas; la gauchesca conjunción de tiempo y llanuras, la capacidad que fuerza el taller, la búsqueda del cocoliche, las lecturas

 de textos previos amasados aquí. La perspicacia rápida del análisis periodístico.



Más preciso, si se quiere: el arrasador desmonte de la argumentación decente y principal realizado por Manuel Dorrego, el uso del mangrullo popular para observar y narrar de José Hernández, el situarse nacional desde la izquierda de Germán Ave Lallemant, la imaginación humilde –entiéndase- de Macedonio Fernández, el humor político cáustico de Manuel Ortiz Pereyra.

Y más. Más, porque ni todo eso, ni los poetas románticos, ni el krausismo, ni Lenin, ni el bien común cristiano, ni el gesto desaprensivo y duro del anarquismo, terminan por configurar per se la matriz del Pensamiento Nacional Argentino. Pero están ahí. 

Todo eso está acá.

El lugar. Hay quien piensa, con razón literal, que en todos lados hay pensamiento nacional. Es decir, ideas que surgen en una región determinada. Es cierto, pero no tanto. La vertiente conceptual surgida en nuestro territorio tiene como premisa su ubicación en el Sur del continente. Es distinta, original, profunda. 
Seguramente no es mejor que otras, pero es la que mejor explica el decurso de los acontecimientos locales y su interrelación con el mundo. 

Se diferencia del nacionalismo oligárquico porque al punto de mirador sureño le añade el enfoque desde el dinámico devenir del pueblo argentino. Por eso, además, es abierto, fresco, humorístico a la vez que preciso (pensemos en la inigualable combinación de Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz) y por eso, también, derrapa con vigor sobre las nuevas tecnologías y las aprovecha plenamente.

El Zonzo. Este Pensamiento descubre un concepto singular que logra entender varios asuntos peliagudos: el zonzo, al decir de Jauretche; el otario, al decir de Scalabrini. Se trata del accionar cultural de hombres y mujeres que, pese a pertenecer al pueblo, razonan y hacen como si estuvieran ubicados en un lugar social diferenciado.

Se perjudican a sí mismos, básicamente. Y por extensión, nos dañan a todos. 

No es sencillo llegar a esa idea. Al marxismo le costó mucho y a la luz de ciertos sucesos, le sigue costando, definir la alienación. Es que semejante perfil no niega, pero relativiza, la definición sobre las condiciones materiales de vida como determinantes de un comportamiento. 

Así, el Pensamiento Nacional Argentino avanzó sobre estructuras y superestructuras, subió un peldaño que ni Gramsci ni Althusser, tal vez Lukacs, alcanzaron a trepar. Sin chauvinismo, es preciso comparar objetivamente –si fuera posible- los textos jauretcheanos con los de aquellos renombrados autores (también con los de Alain Badiou).

Vale aproximarse, para entender el sentido de esta aseveración temeraria, a los autores mencionados pero también a Enrique Santos Discepolo, Homero Manzi, Juan José Hernández Arregui, Rodolfo Puiggross, José María Rosa, John William Cooke, Jorge Spilimbergo, Rodolfo Walsh, Hector Germán Oesterheld, Ricardo Carpani, por solo mencionar un puñado de las más variadas disciplinas.

La Tercera Posición. ¿Pero qué pasa? Bueno, es la misma vertiente a la que nos referimos la que da la respuesta. Como la intelectualidad académica argentina ha sido criada pensando que lo americano es bárbaro y lo europeo civilizado, no logra admitir que esas concepciones surgidas por estos pagos, pletóricas de referencias graciosas y de ejemplos cotidianos, puedan derivar en complejos razonamientos hondos y atinados.

Hay más: la bandera de la Tercera Posición, arrastrada y pisoteada por no ser científica, esto es liberal o marxista, esto es, inadecuada a las visiones surgidas en las Uropas, ha permitido elaborar presentes y buscar salidas en base a realidades. 

Tan es así que aun hoy, cuando esa idea comanda el Unasur, se la sigue presentando como inexacta o demasiado moderada en brusca e irrespetuosa comparación con socialismos que, a la hora de aplicarse, tienen más de capitalismos de Estado… ¡e inclusive capitalismos vulgares con primacía monopólica privada!

El Pensamiento Nacional Argentino surge, balbuceante, en el módico ciclo industrializador del siglo XIX, esboza un desarrollo en el primer tramo del XX y eclosiona con una potencia singular, espectacular, durante la sustitución de importaciones de los años 30 y 40. Ese es su marco de referencia. 

El presente. Cuando una idea es genuina, trasciende las épocas y las dificultades. La falta de difusión. Los cajones de manzanas que utilizaban los forjistas para dar a conocer sus conceptos en las esquinas, los modestos y prolijos cuadernos de FORJA, “nada” eran en comparación a los todopoderosos La Nación y La Prensa.


Todos nosotros hoy, “nada” somos frente a los monopolios comunicacionales.

Sin embargo:


Esos conceptos siguen aglutinando jóvenes y ganando elecciones. En su aplicación práctica, contribuyen a poner de pie a toda una región.

Adecuados a los nuevos tiempos, nos permiten ver el rumbo de la Argentina y de la Patria Grande Latinoamericana. Y actuar en consecuencia. 

No es poco para una vertiente de ideas amasadas en estudios y boliches, en sindicatos y cocinas, en conferencias…y sobremesas. En las casas y en las calles.

No es poco, y estamos orgullosos de haberlas sostenido cuando fueron consideradas añejas, superadas, arcaicas.