La Argentina, con andar ubicuo, sobrio
y preciso
Balance de las visitas rusa y china, y
del Encuentro BRICS – Unasur
Por Gabriel Fernández *
El eje está acá. No se trata, como
podría suponerse, de una observación chauvinista ni de una
desfiguración de la correlación de fuerzas mundiales. Es una
precisión básica para recordar a nuestros lectores desde donde
miramos el mundo.
Así como hemos desdeñado las
históricas hegemonías europeas y norteñas trazadas de izquierda a
derecha, no caeremos en la tentación de visualizar el panorama
asentados en una potencia asiática o en Medio Oriente. A partir de
situarnos en el Pueblo y en Sur, vemos el resto de las regiones.
Por eso, estimamos que la noticia
central del año, y probablemente de un período bastante más
extenso, resulte la tríada Visita del presidente ruso Vladimir Putin
– Reunión BRICS – Unasur – Visita del presidente chino Xi
Jinping. Entre los tres episodios de una misma secuencia podemos
develar el despliegue argentino de la última década y las
perspectivas futuras.
La presencia de Putin ratifica dos
elementos de una trascendencia superlativa: el desarrollo científico
y tecnológico argentino y el lugar asumido por el Estado para
absorber inversiones externas controladas y direccionadas. Si en la
gestiones Néstor – Cristina Kirchner no se hubiera revertido la
tendencia neoliberal de desestructurar la investigación local, el
jefe del Kremlin no hubiera puesto un pie en nuestro país.
Como las inversiones son de carácter
estructural a mediano plazo, Putin entendió, junto a Serguei Lavrov,
su “Brzezinski”, que la Argentina debía tener un lugar en el
BRICS. Y lo refrendó con un elogio que no guarda vínculo con la
cortesía sino con la descripción objetiva de un accionar: señaló
la independencia de criterio que guía la política internacional de
nuestra nación.
En la reunión de Fortaleza el líder
ruso tuvo que lidiar con su frente interno –impactado por la
irresolución de la causa sobre los Fondos Buitre- y con la dualidad
PT – Itamaraty que habitualmente tensa la labor externa brasileña.
En ese marco, logró que la Argentina sea evaluada como miembro a
futuro y junto a China, la caracterizó como aliada estratégica.
India está empezando a ser un misterio, y junto a Brasil puede
generar algunos roces en la asociación.
Pero nadie ignora que los dos gigantes
mencionados le ponen música al BRICS. Y la más linda para sacar a
bailar es Cristina, aunque no sólo por su perfil personal sino por
esos datos vinculados al know how provisto por esta zona, que mitigan
las distancias concretas existentes a la hora de comparar volúmenes
de Producto Bruto Interno.
Conocedor, consciente, de ese
potencial, Xi Jinping ratificó en Buenos Aires el interés chino por
las materias primas locales, asegurando en perspectiva un mercado
numéricamente cuasi sobrenatural como el que ofrece su coloso. Sin
embargo, con inversiones que para ese volumen resultan reducidas, no
se privó de beneficiar aspectos de nuestra producción industrial
que resultan muy valorados a la hora de relevar importaciones y
generar mano de obra.
De allí que las conclusiones vía
twitter de la presidenta argentina sobre ambas visitas hayan sido tan
precisas y realistas. Ahora bien, digámoslo claramente: la dimensión
política de la jefa de Estado albiceleste (ya que estamos en
temporada) se ha acrecentado de un modo extraordinario y planea por
sobre todos todos los otros dirigentes y sectores políticos locales
con suavidad y distinción. Desde Juan Domingo Perón que la
Argentina no contaba con una referencia tan sólida para posicionarse
ante el planeta.
De aquella Cristina que, con
militancia, emoción e inteligencia se plantaba en las zonas más
duras de nuestro archipiélago interno, y que no pocas veces salía
magullada debido a su omnipresencia en todos los actos (televisados)
por el motivo que fuere, a esta Cristina que habla al mundo cuando lo
necesita y cuando tiene algo muy importante para señalar, hay una
evolución sana, imbricada con esa misma historia que sirve de
plafond.
Lo que está quedando de esta gestión,
atisbando el 2015, es mucho más de lo que podía preverse en aquél
lejano y conflictivo 2003. Teníamos dudas acerca de la posibilidad
práctica de salir del infierno, no sabíamos si se lograría
recuperar la actividad económica interna, el derecho al trabajo, el
rol del Estado, el petróleo argentino, los aviones y los trenes.
Grata sorpresa fue el avance en dirección Unasur. Pero esta
presencia estelar nacional en la gran política mundial excede toda
previsión optimista.
Para “sacar” a la Argentina de este
lugar, como anhelan los grandes medios y los pequeños políticos
opositores, será preciso reprimir, forzar la vuelta a un desempleo
galopante, entregar o destruir lo creado y alinearnos al Norte en
crisis financiera no ya como país dependiente sino como protectorado
sin voz ni voto. El tonto vecino quejoso, que no ve más allá del
cordón de su vereda, debería pensarse a sí mismo en ese marco tras
haber disfrutado de un tramo como el que persiste hasta hoy.
Volvamos a Fortaleza. Con la explícita
satisfacción de nuestro país, el BRICS lanzó un banco
económicamente fuerte, asentado en el ejemplo filosófico práctico
brindado por la actitud de Rusia ante Cuba en materia de deudas y
finanzas. Esa institución tiene como objetivo ofrecer créditos y
asistencia a los países emergentes en condiciones razonables para
inversión productiva, social e infraestructural.
Entre las tres informaciones base que
conforman nuestra noticia, emerge la gran clave del período: Con
todas las oleadas, diferencias y arritmias, BRICS, Unasur, Celac, G77
más China, están abandonando un rol testimonial para simplemente
actuar como un Gran Poder Planetario. Ya no se trata de documentos
críticos y enojosos sobre el rol del Fondo Monetario Internacional o
cuestionamientos a las decisiones de la Organización para las
Naciones Unidas. Ya no estamos ante una movilización para repudiar
al Club Bilderberg.
Esa etapa de denuncia y clamor resultó
trascendente para la concientización de pueblos, pero también de
líderes. Persiste, con justicia, pero va terminando. Se ha acentuado
la identificación de los Estados con sus propios intereses
geoeconómicos. De allí surgen alianzas y acuerdos equilibrados para
trazar políticas más allá de la opinión de un Norte que va
dejando de ser.
Sueños de larga data se van
concretando. Es una pena que varios de los que otrora levantaron esas
banderas hoy no disfruten su flamear. Quizás esperaban ser los
referentes de la época, quizás no se hallan en la victoria. No
seremos nosotros parte de quienes se sienten ajenos a este cambio
mundial práctico, no declamativo; concreto, no vinculado a tal o
cual partido comarcal.
Cómo no apreciarlo. En aquél difícil
1999 planteamos la necesidad de apuntalar movimientos
latinoamericanos que combinaran las cuatro banderas: liberación –
dependencia / oprimidos – explotadores / democracia – dictadura /
inclusión – exclusión. Están los textos en La Señal y en De
mano en mano con circulación popular latinoamericana. En aquél
convulsionado 2001 salimos a las calles para quebrar el liberalismo
rentístico. En aquél raro 2003 nos sumamos a este gobierno
convocados nada menos que por Eduardo Luis Duhalde.
Todo ha salido mejor de lo esperado. La
Argentina ha recompuesto filas internas y se ha proyectado al planeta
con un vigor asombroso. Y si nada está concluido, y si las amenazas
de retroceso persisten, y si la premisa es mantenerse alerta, debemos
decir que nada podrá cuidarse y profundizarse si no se parte del
reconocimiento de lo logrado. De la admisión del paso gigantesco que
estamos dando.
Todo partió de la noción primigenia:
estamos acá; miramos el mundo, desde nuestro lugar.
*Director La Señal Medios / Area
Periodística Radio Grafica FM 89.3