Derechos civiles y homosexualidad en la nueva televisión argentina

Apuntes polémicos sobre un signo de los tiempos

Por Gabriel Fernández *

Desde La Señal Medios hemos promovido el ingreso al espacio web de Contenidos Digitales Abiertos (CDA) por dos razones bien sencillas: los productos elaborados son de calidad y su realización es netamente argentina y federal. 

Junto a un destacado equipo de formadores hemos realizado un tenue aporte a la gran construcción de los Polos Digitales y a la Televisión Digital Argentina. Sin embargo, tras un buen período de recomendación vamos a realizar un puñado de apuntes críticos. 

Si valoramos estas producciones que encarnan, entre otras áreas, a la nueva ficción argentina, ¿cuáles son las objeciones? Para sintetizar: una abrumadora mayoría o quizás la totalidad de las realizaciones presentan la dualidad homosexual – heterosexual con un maniqueísmo pleno. 


Aunque debido a la complejidad de algunas tramas y la fineza de varias direcciones el aspecto binario quede relativizado, centenares de horas de televisión presentan a los personajes homosexuales como portadores de razón, sensibilidad, lealtad, valor, honradez, fidelidad, gallardía, dignidad, comprensión.


Como contracara, sus “rivales” heterosexuales configuran un compendio de cobardía, felonía, deslealtad, deshonestidad, cerrazón, machismo, violencia, torpeza, grosería, desaprensión. Por no extendernos en la lista de valores expuestos. 

La derivación de esta dualidad bordea riesgos que merecerían una mayor reflexión, pues todo tiene su secuencia: el consumo de prostitución femenina es malo, oscuro, violento, comercial; en tanto, la utilización de la prostitución masculina es presentado como transgresor, liberador, un acto “maduro” de una mujer o de un homosexual. 

En el conjunto de las obras de CDA, la violencia sólo es ejercida por el varón en las relaciones heterosexuales. Las relaciones homosexuales son mostradas como armónicas, despojadas de engaños, francas, contenedoras. Estas actitudes contrastantes se traspolan a lo largo de las series en el comportamiento público de los personajes. 

Veamos. ¿Cuál es la crítica? Muy simple: eso no es cierto. Le quita veracidad a la narración de obras profundas, interesantes y bien llevadas. Tras los pacatos 40 y 50, tras la explosión de los 60 y la posterior dictadura promotora de hipocresía y oscurantismo, los argentinos sabemos que el gran descubrimiento de este período es que los grupos humanos tienen claroscuros. Eso es todo. 

Sabemos que el verdadero respeto es la búsqueda de la igualdad, el equilibrio de obligaciones y derechos. Sabemos, en definitiva, que hay heterosexuales macanudos y soeces, dignos y desleales, comprometidos y cobardes, honrados, zanahorias, tontos, talentosos, amigables, golpeadores, adictos, solidarios. De todo un poco. 

Sabemos que hay homosexuales mezquinos y bondadosos, que los hay guapos y borrados, oportunistas y decentes, violentos y compañeros. Algunos salames, otros de mano tendida, varios creativos, unos cuantos egoístas, muchos combativos, tantos inteligentes. Otros, no sirven ni para ver si llueve. Como en todos los grupos de seres humanos. 

La compulsión por mostrar que determinada opción en la vida íntima contiene en sí misma toda una escala extraordinaria de rasgos benéficos induce a conclusiones disparatadas. Si uno toma distancia de algunos bellos argumentos y se focaliza en los comportamientos de los personajes, puede concluir que si todos fuéramos homosexuales el mundo hallaría las soluciones anheladas. 

Por momentos, el mensaje de la nueva producción audiovisual argentina parece ser: si no evolucionamos hacia la homosexualidad en alguna de sus variantes, los hombres y mujeres heterosexuales nos conducirán a sociedades fascistas e hipócritas, violentas y corrompidas. El Hombre Nuevo debe ser homosexual. 

Como la aseveración es una estupidez, la producción en su conjunto se cuida de formularla de ese modo; pero el resultado general lo sugiere, aunque a simple vista –reiteramos- la hondura de ciertas problemáticas evite la referencia directa. 

Las personas, más allá de sus opciones sexuales, pertenecen a sectores sociales, a culturas regionales, a historias familiares, a lugares laborales. Sus comportamientos aparecen vinculados a todo eso y mucho más; a claves del espíritu de época, a influencias mediáticas, a rastros de experiencias infantiles. Es difícil determinar por qué alguien se comporta de tal o cual modo: lo que es seguro, no se trata de un solo factor. 

(Hace años, durante la campaña racista antimigratoria de Daniel Hadad me preguntaron en una emisora qué pensaba de los inmigrantes. Mientras se esperaba una respuesta destinada a exaltar su laboriosidad, tenacidad, bonhomía e inteligencia, sólo atiné a decir “nada, en cada grupo humano hay de todo, lo único que debemos garantizar es igualdad de derechos y obligaciones”.) 

Vale reiterarlo hoy. La maduración de la sociedad argentina es interesante, valiosa; es preciso apuntalarla con productos comunicacionales que den cuenta de esa maduración y la interpelen. En beneficio, también, de los presuntos defendidos. ¿Porqué? Esencialmente, porque hay que aflojar para la libertad se despliegue. 

En un capítulo de Los Simpsons, donde se aborda el tema de la homosexualidad, el protagonista “demuestra” que es confiable y merecedor de respeto ¡después de salvar la vida de Homero y su familia! Bien: es preciso ratificar que los seres humanos merecen respeto aunque no sean portadores de tan impresionante escala de valores. 

El verdadero respeto al ser humano homosexual no se conseguirá transfigurándolo en Super Ser, en el que se comporta bien ante cada desafío, el que sabe qué hacer ante las distintas situaciones; no se conseguirá tampoco devaluando a su “contrincante” heterosexual mostrándolo como un vil misógino que promueve la opresión. 

Tenemos la percepción que ese respeto se alcanzará cuando se admita que “por sus actos los conoceréis” a todos y cada uno de los involucrados. En la cancha se ven los pingos, y en esta vida – cancha todos corremos con hándicaps y dificultades. Lo que hay que reclamar siempre es “igualá y largamos”, porque allí está la perspectiva de una comunidad organizada y justa. 

*Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Grafica FM 89.3