Milagro Sala: los tiempos del retorno

Por Gabriel Fernandez *

La detención de la titular del Movimiento Tupac Amaru, Milagro Sala, evidencia la determinación oficial de desmantelar la organización social en la Argentina. Esta acción política que emparenta al macrismo con gestiones dictatoriales anteriores, se combina con los numerosos despidos dispuestos en distintas áreas de la economía. ¿El objetivo? Reducir el ingreso popular y licuar las posibilidades resistentes de los trabajadores.

Ahí está el eje de la combinación de Decretos de necesidad y urgencia, avasallamiento institucional y represión que venimos observando y padeciendo desde la asunción del gobierno del PRO UCR Cambiemos. La vieja pero renovada y persistente lucha por el ingreso, por los recursos nacionales, por el reparto de los beneficios económicos. En ese sentido la dirigencia política amarilla procede con la misma orientación que sus predecesores uniformados.



Resulta ostensible que Milagro Sala está detenida por el volumen de su labor. Aprovechó los recursos obtenidos tras la secuencia de protestas sociales previas al kirchnerismo, que derivaron en una asistencia ampliada destinada a la inclusión y el sostenimiento del mercado interno. Y los aprovechó bien, pues además de resolver asuntos urgentes proveyó a su gente de logros vinculados a la cultura y el esparcimiento que dignifican el suelo jujeño.

Estas construcciones, vale aclarar, han sido decisivas en la contención de los problemas de seguridad en la República Argentina. Aquí no hay, como en Centroamérica, conglomerados delictivos dirigidos por empresas de narcotraficantes. Las organizaciones sociales, las cooperativas, las recuperadas, los microemprendimientos, han conseguido que quienes fueron arrojados del esquema económico sobre fines de siglo pasado, retornen al mismo con una ocupación formal.

Es decir, se intenta bloquear y desmembrar el ejemplo más intenso y ordenado de vertebración social para emitir un mensaje aleccionador a otras experiencias a nivel nacional. Golpear física y moralmente a quienes han llevado adelante lo más atractivo del tramo reorganizativo colectivo: la autogestión, el desarrollo con fuerzas propias, en base al amparo de un Estado portador de las tres banderas históricas del movimiento nacional.

La reacción a la decisión del gobernador Gerardo Morales ha sido justa y enérgica. Sin embargo, el entusiasmo sobre sus resultados inmediatos, así como el de otras protestas genuinas, no debería estar orientado en base a la emocionalidad militante. Falta tiempo. Falta que a todos los desavisados les lleguen las tarifas PRO y las cesantías incidan directamente en su salario. Falta que el lento pero potente organigrama interior del movimiento obrero argentino se ponga en marcha con decisión.

Y sobre todo, falta tiempo para que las consecuencias de las políticas neoliberales generen desánimo y depresión en los votantes amarillos. Hoy, siguen guiados por los grandes medios en las zonceras básicas antipopulares porque, en cierto modo, no han empezado a padecer de modo directo las secuelas de su propio accionar electoral. Cuando las fantasías declinen a favor de las realidades, los que hoy demandan justicia sentirán que su dimensión política ha crecido. Hace poco más de un mes que asumió la nueva gestión. La temporalidad que marcamos, es apenas lógica.

El problema en realidad, fue perder las elecciones. Todos lo sabemos hoy: era posible ganarlas. Pero por variados motivos que hemos analizado en estas páginas, los hijos de Martínez de Hoz retornaron a la Casa Rosada a través de uno de sus adversarios: el voto. Sucede que este andamiaje de retroceso tiene corto andar, pues el interés profundo del Sur continental es más poderoso de lo que se admite. El pueblo argentino y su industria, pesan fuerte.

Ese interés económico social traducido en fuerzas políticas nacionales, volverá. No sin lucha, pero volverá.

* Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica